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miércoles, 9 de mayo de 2012

"La pregunta de sus ojos", Eduardo Sacheri


      Eduardo Sacheri: Escritor contemporàneo, licenciado en Historia, ejerce como profesor de secundaria y universitario. Comenzó a escribir cuentos a mediados de la década de 1990, relatos futboleros que encontraron una amplia audiencia gracias a la difusión que de ellos hizo Alejandro Apo en su programa “Todo con afecto”, que se emitía por Radio Continental. Reconocido hincha del Club Atlético Independiente, Sacheri expresa en los relatos su gran pasión por el fútbol de una manera atrapante, entretenida, y amable, demostrando un perfecto entendimiento de la cultura futbolera popular argentina.
Además de varios libros de relatos, ha escrito dos novelas. La primera, La pregunta de sus ojos (2005), fue llevada al cine por el director Juan José Campanella con el nombre de El secreto de sus ojos y ha cosechado numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor película extranjera 2010. El guion de la película fue escrito por Campanella y Sacheri.
Algunas de sus narraciones han sido publicadas en medios gráficos de la Argentina, Colombia y España, e incluidas por el Ministerio de Educación argentino en sus campañas de estímulo de la lectura.
Su obra está siendo traducida al alemán, francés y otros idiomas.
Actualmente, Sacheri está trabajando en la adaptación de un cuento de Roberto Fontanarrosa para la nueva película animada de Juan José Campanella, y que llevará el título Metegol. Su última obra, "Papeles en el viento", publicada en agosto del 2011. Por último, su mejor frase: "Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: NO SABEN NADA DE FÚTBOL"
       El libro "La pregunta de sus ojos" es un best seller,cuenta la historia de Benjamín Chaparro,prosecretario en un juzgado de instrucción, que llega a su oficina la causa de un homicidio que no pudo olvidar. Ahora, ya jubilado, repasa buena parte de su vida, las instancias de ese caso y sus insospechadas derivaciones, y la historia de un amor secreto que lo mantiene acorralado entre la pasión y el silencio.
      Una trampa policial ambientada en los años sesenta y setenta, en una Argentina que paulatinamente se sumerge en la violencia polìtica y cuyos personajes luchan contra la impunidad, la burocracia del sistema judicial y las miserias propias y ajenas.
      Una obra contemporànea, del Posvanguardismo (desde mediados del siglo XX). Tiene postura crìtica hacia los medios y la incomunicaciòn, protesta polìtica y denuncia de lo absurdo y lo ridìculo de la sociedad. 
      Actitud posmoderna frente al mundo. Desafìo al lector: Inversiòn del tiempo, cambio inesperado de narrador, inclusiòn de una realidad dentro de la otra.
      Se produce, en Amèrica, el llamado "boom de la literatura latinoamericana. Se busca, ahora, la experimentaciòn. Surgen relatos circulares, juegos de palabras, la mezcla de disciplinas artìsticas y, en definitiva, cualquier recurso que nos acerque màs al verdadero arte.
      Escritores posvanguardistas: Neruda, Garcìa Marquez, Sàbato, Vargas Llosa, Borges, Cortàzar, Benedetti, Allende, etc.

Eduardo Sacheri: "Mis personajes se complejizaron con la mirada de Campanella"

El autor de la novela sobre la que se basó El secreto de sus ojosdice que sabe que su escritura es cinematográfica aunque nunca escribió pensando en la pantalla grande. Y que la llegada de su historia a mucha gente le resulta algo "extraordinario".





"¿Y si este es el mejor final para su libro? Chaparro acaba de terminar de contar su segundo encuentro con Morales en el copetín de Plaza Once. Ayer. Y siente la tentación de culminar aquí la historia que esta contando. Ha sudado a mares para conducir su relato hasta este sitio. ¿Porque no darse por contento? Ha contado el crimen, la pesquisa y el hallazgo. El malo esta preso y el bueno esta vengado. ¿Porque no concluir con este final feliz y ya?" El párrafo, se lee a la mitad de "La pregunta de sus ojos", la novela que Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) publicó en 2005. Antes, sus relatos cortos sobre fútbol ("Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol", "Te conozco, Mendizábal y otros cuentos" y "Lo raro empezó después"), retomaban la tradición de Soriano, Cortázar, Benedetti y Fontanarrosa, captando la atención de Juan José Campanella. El director, terminaba El Hijo de la Novia y quería llevar alguno a la pantalla grande, pero Luna de Avellaneda se puso en el camino, y la historia del profesor y licenciado en Historia, que ejerce la docencia universitaria y secundaria, ya era otra: Un prosecretario en un juzgado de instrucción, se jubila para ser escritor. La causa que treinta años atrás llegaba a su despacho -por el homicidio de una chica-, se reabre como su primera novela, en la cual intenta cerrar un amor secreto que lo obsesiona, tanto, que hasta cree entender la mente del homicida. Campanella y Sacheri trabajaron juntos en la adaptación, y el resultado fue el guión de El Secreto de sus ojos, el film que se estrenó el pasado 13 de agosto, amenazando marcar otro antes y después en la historia que hoy es reeditada a partir del éxito de la película. 

–¿Escribió la novela pensando en términos cinematográficos? ¿Consideraba la posibilidad de que se convierta en película? 
–No. La novela la imaginé en términos estrictamente literarios. En varias ocasiones hemos conversado con gente de cine que comenta, como una característica de mi narrativa, el hecho de ser muy cinematográfica, pero desconozco las razones y los alcances de esa caracterización. 

–Es muy común que un autor no quede conforme con la versión cinematográfica de su obra. ¿Seria su caso si no hubiera trabajado junto al director en el guion? ¿Como vivió todo ese proceso? 
–Fue algo largo y laborioso. Con Juan estuvimos más de un año escribiendo y reescribiendo. No fue un trabajo fácil porque se trata de convertir un lenguaje en otro, ni más ni menos. Y en esa adaptación hay cambios imprescindibles. De todas maneras, trabajar con Campanella fue muy provechoso para mí. No solo por lo que aprendí, sino por la enorme sencillez que le puso a ese trabajo. Discutimos, acordamos, polemizamos, y en ningún momento sacó el ancho de espadas de tirarme sobre la mesa su prestigio y su trayectoria. 

–De sus relatos cortos en torno al fútbol, a esta novela policial ¿que elementos de su narrativa permanecen intactos y cuales se han modificado? 
–Supongo que a lo largo de los libros que llevo publicados, hasta ahora cuatro libros de cuentos y dos novelas -la otra es "Araoz y la verdad"- de uno a otro hay modificaciones, cambios, acentos que se van corriendo de un lado a otro. Claro que escribir una novela presenta dificultades propias, y si tuviese que sintetizarlas diría que no es lo mismo mantener la tensión narrativa a lo largo de diez o quince páginas, que en trescientas. Y si tengo que buscar una continuidad, creo que es la exploración de la cotidianidad de los personajes. Y que el desafío literario sea rastrear lo que hay de excepcional en esas vidas comunes. 

–Respecto a la trama, usted dijo que mas que un policial, se trata de una "reflexión sobre el castigo". ¿ Podría haber adquirido esa perspectiva sin la experiencia de haber trabajado durante varios años en un juzgado? 
–No quiero abundar demasiado en cosas que tienen que ver con las vueltas de rosca que tiene la propia trama de la novela y de la película, pero es cierto que la historia que contamos trasciende la estructura básica de un policial. Incluye otras cosas, se mete en otros registros. En cuanto al ámbito judicial, que sirve de marco a la historia, soy consciente de que lo obtuve de mis años como empleado de un Juzgado. De otro modo me hubiese sido muy difícil recrear esa atmósfera, sus tipos humanos, sus ritos. 

–El género policial evolucionó hacia formas más complejas, que involucran a la descripción de la sociedad en general, sus partes más oscuras, y los tipos de personas que prosperan en esos ambientes. ¿Como articula esa noción en su novela con la idea del castigo? 
–Creo que a nuestra sociedad le cuesta bastante convivir con la noción de la ley. En general, más allá de períodos históricos o de ámbitos de aplicación, o de no aplicación de la ley. Pero no sé, y ese no sé es casi un eufemismo de mi descreimiento, sospecho, si somos un pueblo dispuesto a acatar la ley, a respetarla por encima de nuestros deseos y conveniencias personales. Te lo ejemplifico con algo: el comportamiento vial de los argentinos. Vernos manejar en la calle y en las rutas me resulta deprimente. El grado de indolencia, de egoísmo criminal que ponemos en práctica me hace concluir en esta idea funesta de que muchos argentinos parecemos dispuestos a considerarnos por encima de toda forma de ley. En otras palabras, a sentirnos muy por encima de nuestro prójimo. 

–Usted dijo en una entrevista reciente que en la Argentina la literatura esta alejada de la gente. ¿De que modo cree que esa brecha aumenta o disminuye? 
–No querría ser tan concluyente. No soy quién para hablar de "la" literatura. Sí creo que existen ciertas simplificaciones abusivas que tienden a asociar la sencillez con la masividad ramplona y la complejidad con el verdadero espíritu del arte más genuino. Me limito a descreer de esas asociaciones. Creo que la complejidad de la literatura debería radicar sobre todo en la multiplicidad de contactos que le permita al lector. Contactos con otras lecturas, con su propia interioridad, con los otros. En ocasiones me parece advertir que, para algunos, la forma más loable de la complejidad es el hermetismo. Un autor que se contempla el ombligo y un lector condenado a esa contemplación del ombligo ajeno. Seré imperdonablemente profano, pero no me satisface esa concepción. Ni como autor ni como lector. 

–Varios de sus relatos fueron incluidos en programas de promoción de lectura del Ministerio de Educación y se distribuían, entre otros espacios, en canchas de fútbol. Su idea de que hoy el autor debe ir detrás del lector, se presenta novedosa y hasta necesaria ¿Que lo llevo a esa conclusión? –Más allá de mi labor como escritor, cuatro mañanas a la semana sigo siendo profesor de historia en escuelas secundarias. No soy quién, ni es este el espacio, para diagnosticar los múltiples problemas que aquejan a la educación en nuestro país. De lo que sí estoy seguro es de que en nuestras escuelas se lee poco. Ojo, se lee poco en las escuelas porque los docentes leen poco, del mismo modo que los médicos leen poco, los policías leen poco, los bancarios leen poco y los pilotos aeronáuticos leen poco. Es decir, leemos poco. Décadas atrás fuimos uno de los países más lectores de América Latina. Hoy por hoy, la lectura parece una práctica trasnochada y a contramano. Sin embargo, los que todavía la cultivamos sabemos que es hermosa e irreemplazable. ¿Cómo hacer para que quienes hoy no leen mañana lean? La única respuesta que se me ocurre es compartir. Compartir la práctica para contagiar el amor. Y los libros tienen que salir al cruce de la gente donde sea. En las salas de espera, en los vagones del subte o en las canchas. Por supuesto que también en las aulas. Pero no sólo en ellas. Vuelvo a decirlo, el amor se aprende. Y con la lectura, del mismo modo que con el amor, mejor se ejecuta cuanto más se practica. 

–Si el éxito de la película se traduce en las ventas del libro, podríamos decir que el cine es otro medio para promover la lectura. ¿Que siente con todo lo que esta ocurriendo en torno a su historia? – Es una sensación rara, extraordinaria, en el sentido más genuino de esa palabra. Porque sale absolutamente de las situaciones cotidianas. Que esos personajes que uno pensó tiempo atrás en la soledad de su propio trabajo, y que después se hicieron más complejos al incorporarles la mirada de Juan, ahora cobren vida en imágenes y sonidos, y que en pocos días miles y miles de personas tomen contacto con ellos y los incorporen a sus propias vidas... no sé, es una experiencia muy difícil de expresar en palabras. 

Bibliografìa:
Pàginas sugeridas del libro.